Si algo queda claro desde la primera etapa navarra del Camino de Santiago es la universalidad. En mi caso, he tenido la oportunidad de recorrerlo desde Roncesvalles hasta Pamplona, encontrando peregrinos holandeses, alemanes, franceses y hasta coreanos.
El autobús que sale de Pamplona a las seis de la tarde hacia Roncesvalles ya tiene ese sabor multicultural, con gente que viene desde distintos puntos de España y algunos extranjeros. Pero la Misa del Peregrino, que se celebra diariamente a las ocho de la tarde en Roncesvalles (media hora después de llegar el autobús) supone un baño de universalidad, por la reunión de más de cien personas de los países más remotos.
El voluntario del albergue para peregrinos en Roncesvalles durante el mes de septiembre era un holandés, con el que era más práctico entenderse en inglés que en castellano. Llama la atención la limpieza y el cuidado con que se atiende este local (habilitado en una edificio medieval impresionante), en el que cada uno paga la voluntad por dormir. También es posible pasar la noche en un excelente hotel, la Casa de Beneficiados, que está pegado a la Colegiata.
La primera etapa, de algo más de veinte kilómetros, llega hasta Zubiri. Es una de las que atraviesa el paisaje más impresionante, antes de llegar a Galicia. El primer recorrido se hace por un bosque de hayas que baja hasta Zubiri y uno tiene la impresión de viajar por un túnel de otro siglo. Este paisaje termina en Burguete, un típico pueblo pirenaico, muy bien conservado, desde donde hay que volver hacia el campo una vez pasada la iglesia, a la derecha.
El camino está perfectamente marcado, por lo que no es preciso llevar mapas ni brújula. Hay zonas en las que incluso se ha puesto un empedrado que evita el barro cuando llueve, pero hace resbaladizas algunas pendientes.
Tras dejar a la derecha grandes extensiones de bosques y prados se llega al valle de Erro, con un pueblo llamado Espinal. Hay indicaciones del camino en las aceras y fachadas de la localidad. Desde ahí se inicia la principal ascensión de una jornada que tiene más zonas de cuesta abajo. Se llega por ahí al alto de Mezquiriz, una zona boscosa, con hayas, robles y pinos, muy frondosa. Una lápida de piedra con la virgen de Roncesvalles nos indica que hemos superado los primeros ocho kilómetros.
El trazado sigue por zonas muy húmedas y verdes hasta llegar a Bizkarreta y Lintzoain. El emplazamiento de esta última localidad, entre colinas y rodeado por bosques, es digno de una postal. Desde ahí se sube, por un maravilloso bosque de hayas, hasta el Alto de Erro. Desde allí, el camino se hace más estrecho e irregular. La bajada hasta Zubiri, tal vez porque son ya los últimos kilómetros, se hace pesado.
En Zubiri, una vez, cruzado el puente medieval, se llega al centro del pueblo y se puede visitar una simpática iglesia, más atractiva por fuera que por dentro. En el pueblo hay un gran albergue de peregrinos, con un polideportivo cercano en el que se puede comer o cenar por buen precio.
